lunes, 17 de agosto de 2009

Suspiros a la limeña

Esa Lima de finales de los ochenta y principios de los noventa, de luces bajas y mendigos por doquier, clubes cerrados y homofobia, que describía Jaime Bayly en su literatura para un rato ("No se lo digas a nadie", "La noche es virgen"...) ha cambiado en los últimos años, y en la actualidad presenta una de las escenas gay más dinámicas y provocadoras de la región.

El distrito gay por excelencia es, como ha sido tradicionalmente, Miraflores, a pesar de la visión homófoba de su actual alcalde, Macías, sobrepasado por la rebelión de la ciudadanía contra las políticas conservadoras del municipio. El parque Kennedy bulle de chicas y chicos alternativos, incluso algunos más atrevidos agarrados de la mano. Los ves tomar café en el Starbucks,; paseando alrededor de Saga Fallabella, Ripley; comprando o tomando algo en el Vivanda de Benavides a las tres de la madrugada, después de la fiesta; y caminando por la calle Larco hacia el Larcomar, seguramente uno de los centros comerciales más bonitos (y más gays) del mundo. De noche, el parque es cita para trasnochados en busca de alguien y, quizás, de algo de dinero.

La reina de las discos sigue siendo el Downtown, Valetodo, en la calle qde los Pinos, que va de Ripley a Benavides, frente al parqueadero de Los Portales. Jueves es el mejor día con diferencia, mucha menos gente que el viernes y, especialmente, el sábado, donde pasar de una pista -electrónica- a otra -latina- acaba siendo difícil, y bailar imposible. Los shows, mejorables, pero mantienen el interés. El Legendaris, en la calle Berlín, mantiene ese aire ochentero ya pasado de moda, como mucha de la gente que lo frecuenta. No obstante, de vez en cuando se encuentran cosas bonitas. Los martes son del Bobo Bar, algo más sofisticado y lugar de reunión del personal de mayor caché, muy parecido al que frecuenta el Lola, en la calle Bolívar, cerca de Larco, que ha querido sustituir al ya mítico La Vaca. Lola mantiene dos ambientes muy diferenciados: edad media abajo, muy jóvenes en el piso superior. Los domingos es restaurante.

Fuera de Miraflores la cosa está más dispersa: la mítica Cueva, en San Borja (osos y amigos de los osos); el Sagitario ("Sagi" para los entendidos), en el centro de Lima, donde sí hay de todo; y los lunes de Capital, en uno de los conos, sólo para arriesgados. El resto no sirve.

Una de las cosas más fáciles de encontrar en Lima es el sexo. Proliferan los videos, sucios, como el studio 5 en Arenales, o PK2 en Petit Thouars, todo por Lince. Ciudado con la zona, ves en taxi. El mejor de todos se encuentra en Jirón de la Unión, y se llama Minotauro; la secuela del mítico Minotauro de Lince. Dos plantas, recién reformado, gente bonita la mayor parte del tiempo, y una atención de primera. Los domingos por la tarde, inmejorable.

Internet es una de las vías más habituales de comunicación entre los gays de Lima. Aunque aún están de moda los chats de gayperu.com y de gay.com, va tomando fuerza el de manhunt. Hay cybers abiertos las 24 horas donde es fácil conocer gente cara a cara, como los Dragon Funs, especialmente los de Pardo, Tarata y Shell -cabinas privadas a cuatro soles la hora, dólar y poco-; los amplios horarios facilita el contacto con la gente.

Disfruta de Lima: de su compañía, sus chicos, su comida, su cultura... pocas ciudades pueden atraer tanto al viajero gay.

lunes, 27 de julio de 2009

Caracas, el tiempo vuela

El tiempo vuela y las cosas han cambiado. Sabana Grande ya no es aquella Sabana Grande de miradas cruzadas, y ya no se sientan los chicos por las tardes en el Gran Café esperando a que la caída del sol traiga una nueva noche y, con ella, nuevas aventuras. Ya no son tan poco discretos los jóvenes que esperaban por la Casanova, la Solano y cerca del Hotel Presidente a ser "recogidos" por algún caballero generoso en su camioneta (4x4) o carro grande. El Pullman (en la Solano) ha perdido aquella parte que se llamaba "Mi rincón sabroso", justo al final del local, y en vez de eso existe un intento de pista de baile que acaba en oscuridad. La parte superior de Las Dos Barras ("Tasca Don Sol", en el Callejón de la Puñalada) también intenta ser un pista semidiscotequera, poco que ver con aquel piso forrado de madera de hace una década. El Z (en la Libertador, al lado de Lino Fayen) ha cambiado menos, pero le construyeron hace unos años un cuartito oscuro que hace las delicias de los más viciosillos y de no pocos mangantes de carteras y de celulares. El puesto de policía en la esquina de la Libertador ha traído como consecuencia un sustancial descenso de los atracos en esa "esquina caliente". Claro que en la actual Caracas mucha menos gente se mueve a pie.

Algunas cosas no han cambiado nada, también es cierto, y entrar en la Cotorra (Centro Comercial Paseo Las Mercedes, sótano) o en las Dos Barras -la original, la de abajo- es atravesar el túnel del tiempo y trasladarse a décadas anteriores: las mismas almas solitarias sentadas, individualmente, con la Polar (la clásica, de tercio) en la mano y susurrando de forma desgarrada "El Espejo" de Yuri o algo parecido de Ricardo Montaner. Los viejos de la Cotorra ya no son los viejos de antaño, sino nuevos viejos; pero los jamones de plástico que cuelgan, oscuros, en la tasca Don Sol siguen siendo los mismos jamones. Las travecas de la Libertador parecen las mismas, y muchas de las saunas no han mejorado ni la decoración desde mediados de los noventa (menos aún se les ha echado salfumán para desinfectar los miles de hongos que campan a sus anchas entre la humedad). Ya no está el barecito al aire libre que reinó junto a la Previsora durante algún tiempo, y que se convirtió pronto en punto de reunión de los jóvenes de la ciudad, ni existe, claro, la mítica Tiffany´s, quizás la mejor discoteca de ambiente que ha existido nunca, cuyo edificio en Altamira se quemó mucho antes que la torre de Parque Central; tampoco la más reciente y lamentablemente desaparecida Xenón, en Paseo Las Mercedes, donde uno se transportaba a cualquier lugar cool de Nueva York, y cuyo cuarto oscuro al fondo de la discoteca mejor que no hable, que se quede callado, porque además no le iban a creer.

Siguen los barecitos de Sabana Grande, el inmortal Pullman en la Solano y las Dos Barras en el Callejón de la Puñalada. Justo detrás está la Fragata, con dos pisos los fines de semana, lo mejor del lugar. El pool de enfrente y otros bares menores no parecen levantar cabeza.

Después hay que irse a Altamira para cambiar de clase social y de status del lugar. Allí está el Cool Café, justo a un lado del Budare del Este, en la Castellana; el mítico León, la terraza de la Castellana, absolutamente gay friendly; shows los fines de semana y un lugar bonito y tranquilo entre semana. Cierran temprano. Un poco más arriba, al lado del Yogen Fruz, Triskel, la disco de moda, con barra libre (de mala calidad) los viernes por 25$ y algo más de estilo los sábados. Dos ambientes, uno más pachanguero y otro más tecno, para todos los gustos, y un cuartito oscuro al que se accede por el baño y que, a partir de las dos de la madrugada, se pone bien. Entre Sabana Grande y Altamira, en El Rosal, no se pierdan Copas; el mismo Copas de siempre, y los mismos miércoles que no serían miércoles si no fueran de Copas.

Un poco más al este, frente a la Coca Cola, en la principal de los Cortijos y muy cerca de la autopista Francisco Fajardo, Revo -nombre acortado de Revolution-. En plena zona industrial, cerca de EPA. Demasiado grande para la gente que cabe, y no suele llenarse.

Para los que le guste flirtear por internet, algunos chats: el de cantv.net, de baja últimamente porque no entra volano; y el de mipunto.com, también con fallos habituales; aunque están siendo desplazados por fórmulas más sofisticadas de perfiles, como Manhunt.

En fin, Caracas, el tiempo vuela pero lo esencial permanece.