Algunas cosas no han cambiado nada, también es cierto, y entrar en la Cotorra (Centro Comercial Paseo Las Mercedes, sótano) o en las Dos Barras -la original, la de abajo- es atravesar el túnel del tiempo y trasladarse a décadas anteriores: las mismas almas solitarias sentadas, individualmente, con la Polar (la clásica, de tercio) en la mano y susurrando de forma desgarrada "El Espejo" de Yuri o algo parecido de Ricardo Montaner. Los viejos de la Cotorra ya no son los viejos de antaño, sino nuevos viejos; pero los jamones de plástico que cuelgan, oscuros, en la tasca Don Sol siguen siendo los mismos jamones. Las travecas de la Libertador parecen las mismas, y muchas de las saunas no han mejorado ni la decoración desde mediados de los noventa (menos aún se les ha echado salfumán para desinfectar los miles de hongos que campan a sus anchas entre la humedad). Ya no está el barecito al aire libre que reinó junto a la Previsora durante algún tiempo, y que se convirtió pronto en punto de reunión de los jóvenes de la ciudad, ni existe, claro, la mítica Tiffany´s, quizás la mejor discoteca de ambiente que ha existido nunca, cuyo edificio en Altamira se quemó mucho antes que la torre de Parque Central; tampoco la más reciente y lamentablemente desaparecida Xenón, en Paseo Las Mercedes, donde uno se transportaba a cualquier lugar cool de Nueva York, y cuyo cuarto oscuro al fondo de la discoteca mejor que no hable, que se quede callado, porque además no le iban a creer.
Siguen los barecitos de Sabana Grande, el inmortal Pullman en la Solano y las Dos Barras en el Callejón de la Puñalada. Justo detrás está la Fragata, con dos pisos los fines de semana, lo mejor del lugar. El pool de enfrente y otros bares menores no parecen levantar cabeza.
Después hay que irse a Altamira para cambiar de clase social y de status del lugar. Allí está el Cool Café, justo a un lado del Budare del Este, en la Castellana; el mítico León, la terraza de la Castellana, absolutamente gay friendly; shows los fines de semana y un lugar bonito y tranquilo entre semana. Cierran temprano. Un poco más arriba, al lado del Yogen Fruz, Triskel, la disco de moda, con barra libre (de mala calidad) los viernes por 25$ y algo más de estilo los sábados. Dos ambientes, uno más pachanguero y otro más tecno, para todos los gustos, y un cuartito oscuro al que se accede por el baño y que, a partir de las dos de la madrugada, se pone bien. Entre Sabana Grande y Altamira, en El Rosal, no se pierdan Copas; el mismo Copas de siempre, y los mismos miércoles que no serían miércoles si no fueran de Copas.
Un poco más al este, frente a la Coca Cola, en la principal de los Cortijos y muy cerca de la autopista Francisco Fajardo, Revo -nombre acortado de Revolution-. En plena zona industrial, cerca de EPA. Demasiado grande para la gente que cabe, y no suele llenarse.
Para los que le guste flirtear por internet, algunos chats: el de cantv.net, de baja últimamente porque no entra volano; y el de mipunto.com, también con fallos habituales; aunque están siendo desplazados por fórmulas más sofisticadas de perfiles, como Manhunt.
En fin, Caracas, el tiempo vuela pero lo esencial permanece.